lunes, 29 de diciembre de 2008

Hace más de un año nos dijeron, amablemente, que estábamos libres para buscar una nueva congregación y que ya no éramos miembros de aquél lugar. Yo, quien escribe este blog, por extrañas "coincidencias" no estuve en el momento en que el aviso se dio. No sé si eso fue bueno o malo, la cuestión es que así fue. Supe que hubo llanto, indignación, frustración y enojo. No hubo defensa ni lugar para hablar, sólo se entregó la información y eso sería. Me dieron aviso de la noticia en la noche, cuando iba camino a mi casa. Estaba medio dormido en un bus y mi celular sonó: "nos echaron". La noticia fue chocante, pero, en cierto sentido, un final esperado. La pregunta fue ¿Qué hago?¿Qué hacemos?

Una semana después nos juntamos en la casa de una de las personas que salió de la anterior congregación junto con otras 15 a 20 personas.  Ls caras no eran de las mejores, había incertidumbre ¿por qué seguir juntos? ¿no es más fácil ir a otra iglesia, una iglesia donde todo esté listo?  Las dos vías eran totalmente distintas, una era fácil e iba directo a estar tranquilos y cómodos en lugares donde no conocíamos mucha gente y en el que, tal vez, si era una congregación más o menos grande, pasaríamos inadvertidos. Este camino nos llevaría a ser espectadores. El otro camino era más difícil. Crear una nueva comunidad, un nuevo lugar donde la gente se encontrara con Dios para entender que, ese lugar, se encuentra en cada uno de nosotros.

Nuestro primer encuentro estuvo llenos de recuerdos, lleno de pensamientos y tristeza cubierta con rabia, dos emociones que no se complementan muy bien. Cantamos con fuerza en una casa llena de personas, llena de ideas y de fuerza. 

Comenzamos la historia buscando lo que Dios quería hacer y, con la firme convicción de que no queríamos cometer los mismos errores por los cuales nuestra antigua congregación se había quebrado.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si a alguien le interesa decir algo, que lo diga.